BALAS PERDIDAS





BALAS PERDIDAS
Dácil Perdigón Pérez


Balas Perdidas se corresponde con el proyecto de fotografía documental que durante aproximadamente tres meses se ha llevado a cabo en el conocido bar de ocio y conciertos El Hombre Bala Rock & Coffee. Ubicado en la capital tinerfeña, concretamente en la revalorizada Avenida Francisco la Roche 7, desde su apertura hace ya casi cuatro años, se ha convertido en un referente para intérpretes y entusiastas de la música. Su agenda de eventos nunca cesa, desde bandas emergentes a consagradas se han dado cita en estos últimos tiempos. A su vez, en El Hombre Bala Rock & Coffee se generan continuos acercamientos entre músicos, hecho que ha dado lugar a Las Balas de Plata, una improvisada formación compuesta por promisorios intérpretes que se reúnen para rendir tributo a bandas reconocidas y así recaudar fondos con fines benéficos. Si bien, logro mayúsculo de su propietario, Julio Delgado, ha sido conformar un sello discográfico paralelo donde brinda a los conjuntos la posibilidad de acceder a la codiciada maqueta o sencillo.

El interés de este trabajo fue recoger la simbiosis existente entre nocturnidad, conciertos, esparcimiento, intérpretes, asistentes y el espacio en el que confluyen. La línea narrativa escogida para su desarrollo hace referencia a la apertura y clausura del pub. A diferencia de otros negocios, El Hombre Bala Rock & Coffee abre sus puertas cuando es de noche y las cierra cuando es de madrugada; su actividad se gesta a través de un ciclo inverso que se repite cada fin de semana para uso y disfrute de sus clientes.

Entre el público al que va dirigido Balas Perdidas se encuentran las bandas y músicos, la clientela, los seguidores, los medios interesados en el evento, el propio pub y su sello discográfico (El Hombre Bala Records). No hay que olvidar el uso de la fotografía documental de temática musical vino aparejado al auge de formaciones de índole popular urbana, a partir de los años 50 del siglo XX, en relación a la aparición del fenómeno fan, donde una ferviente masa de seguidores demandaba cualquier tipo de testimonio o noticia acerca de su ídolo en cuestión. Más tarde, esa imagen se convertiría en estrategia promocional, los intereses publicitarios de las casas discográficas vieron en la fotografía una fiel aliada a la hora de publicitar a sus estrellas, por lo que comenzó a fraguarse una coexistencia entre músicos y fotógrafos. De este modo, referentes de la cultura underground del momento como David Bowie, Patti Smith, Debbie Harry o Mick Jagger acabaron siendo efigies de estilo, más allá de lo estrictamente musical, debido a su potente imagen fotográfica.

La relación entre intérpretes y locales de ocio también cuenta con precedentes: clubs nocturnos como Ciro’s, The Roxy, Whisky a Go Go o Studio 54 veían desfilar a músicos en su tiempo de asueto. Es más, sus sonadas efemérides trascendían gracias al documento fotográfico. A una escala modesta, El Hombre Bala Rock & Coffee  constituye un verdadero punto de encuentro y difusión de la escena popular urbana canaria por lo que el binomio música-fotografía siempre está presente.

Captar el instante durante un concierto no es nada sencillo y más aún cuando se trata de rock. Los músicos gesticulan, marcan el ritmo con sus extremidades y cambian de posición continuamente, un perpetuo movimiento que es parte de la idiosincrasia del género. Por este hecho, en ocasiones, la toma de fotografías supuso una verdadera misión imposible. La variabilidad de la iluminación también fue un problema a sortear; en concreto, la oscuridad del espacio interior y el continuo cambio de posición de las lámparas. Este hecho hizo necesario combinar bajas velocidades de obturación con un nivel de sensibilidad ISO1600, el máximo aceptado por la cámara utilizada, Canon eos 400D. Al tratarse de fotografía documental, y no de estudio, se prescindió de focos adicionales. Del mismo modo, la elección del blanco y negro, además de un recurso poético que entronca con la estética underground, fue un método a la hora de resaltar los contrastes y atenuar la enorme saturación del color. El resultado final, en una criba de más de 2000 imágenes, ha sido una selección de casi una treintena.

Los autores de referencia fueron Robert Frank, autor del libro The Americans (1958), Dominique Tarlé en sus instantáneas sobre The Rolling Stones en Ville Nelcôte, Robert Mapelthorpe  y sus retratos de Patti Smith, las fotografías de Andy Warhol sobre The Factory, los reportajes sobre Studio 54 realizados por Tod Papageorge y el starsystem de Terry O’Neil. El soporte fue manipulado aplicando un borde a modo de paspartú y una leyenda, escrita a mano, donde se incluye el nombre del intérprete y la canción ejecutada o la música que inspira esa escena, a semejanza del trabajo de Fritz Henle.

El ambiente de trabajo resultó tan agradable como cualquier velada en El Hombre Bala Rock & Coffee. A veces, el escenario festivo y embriagador, sin sinónimo de embriaguez, hacía del proyecto fotográfico una auténtica lección plena de experiencias sensoriales y afectivas. En conversaciones con Julio Delgado, el ya mencionado propietario del bar, comentaba el porqué de su éxito: La bala de plata mata al licántropo y cada uno de los aquí presentes tiene algo de él. ¿Qué les atrae de este sitio? Eso mismo, un amor a la música, a la oscuridad, a las relaciones personales y al abismo, que algunas noches se convierte incluso, en depravación. No tiene nada de malo. Un día es un día y una noche es una noche. Por todos estos argumentos, los protagonistas eran balas perdidas, que en su registro fotográfico y trato íntimo se han convertido en balas encontradas.

































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